En Cañete y la región Lima, la política parece haberse convertido en un malabarismo donde los partidos y movimientos son simples plataformas de venta. ¿Y los políticos? Bien, ellos son los vendedores; no de reformas ni de esperanzas, sino de promesas vacías que se ofrecen al mejor postor.

La temporada electoral llega y, como los camaleones que cambian de color, nuestros “honorables” almas se visten de colores llamativos y eslóganes engañosos, prontos a dejar atrás su anterior «casaca» tan pronto como se agote la tinta de sus currículos.

Los ciudadanos observan con escepticismo cómo estos políticos, cual gladiadores en un circo romano, luchan por un trono que, aseguran, les permitirá hacer del mundo un lugar mejor.

Pero, ¿acaso alguien se atreve a cuestionar qué tan sólido es ese supuesto ideal? Al llegar al poder, la convicción se diluye, y con ella, los valores morales y la doctrina que prometieron. La política de hoy, en manos de oportunistas, no es más que el reflejo de un mercado donde la ética se subasta al mejor postor.

Mientras tanto, el vecino de a pie, atrapado en este juego de apariencias, espera que algún día un verdadero líder se presente, uno que no sea solo un político de salón, sino un verdadero representante de sus intereses. Hasta entonces, el asombro por la falta de compromiso de la clase política se convierte en un sarcasmo que resuena en cada esquina del pueblo.

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